domingo, 5 de octubre de 2008

Un romance de aquellos imposibles, de aquellos que de manera inexplicable suceden. El sol y la luna llevaban tanto tiempo enamorados, solamente se habían visto una vez, un día de eclipse. Desde aquel día se juraron amor eterno. Nadie lo entendía, dos cosas tan distintas como pueden desearse así, pero ellos se amaban, soñaban con verse otra vez, porque solo lograban verse de refilón y no lograban decirse dos palabras.
El sol un día decidió darle una carta a una brisa, para que se la diera a su amada y la luna al leerla se emociono tanto que aquella noche hubo luna llena, decidió darle otra carta a las estrellas para que ellas se la dieran al sol, así podían hablar.
El sol estaba triste, había escuchado decir a las nubes que unos hombres habían ido a la luna. Estaba furioso, porque ellos podían verla y el no, porque las nubes eran tan chismosas, porque todo les salía mal, el sol aquel día no quiso salir, ordeno que las nubes ocuparan su lugar y las lágrimas del sol inundaron las ciudades.
El sol fue a hablar con su única amiga, la montaña, ella le dijo que dentro de unas horas habría un eclipse, estaba tan contento, se le fueron todas las tristezas, por fin vería su cara preciosa y podría pedirle que se casara con el, ante las estrellas, el viento, las nubes, los pájaros y las montañas.
Estaba nervioso, la estaba viendo acercarse y hablaban a lo lejos, jurándose y perjurándose amor, cuando estuvieron juntos se besaron y el le pidió matrimonio ante todos y la luna acepto y le pidieron a una cigüeña que los casara, antes de que se empezaran a alejar.
Ya estaban casados, ya eran felices pero sabían que no siempre lo serian, pasaría lo de la ultima vez no se verían, pero esta vez, estaban seguros de que su amor siempre, siempre existiría por mucha gente que se pusiera en medio
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